31 mar 2010

Shock a golpe de martes

Todavía puedo sentir las gotas calando hondo en mi estado de ánimo, la radio del coche repitiendo una y otra vez la maldita hora, la sensación de inquietud contenida. Y me cuesta pensar que no sabré a ciencia cierta de ese asunto hasta que llegue el día y puede que sea demasiado tarde. Pero se pueden controlar ese tipo de emociones y canalizarlas en cualquier forma de expresión, y a eso me dediqué en las horas que restaban hasta llegar a la cama. Para entonces ya el mundo me había colmado, y antes de quitarme la ropa permanecí de pie en el centro de mi habitación unos minutos, escuchando llover y escuchando con detenimiento la canción que sonaba. Solo ahí pude dejar escapar una gota o dos desde mis ojos, y el momento en sí me alivió. Unos minutos después, desnudo frente al espejo me pregunté si realmente las cosas cambiarían tanto, mientras observaba mi torso. No hubo ni un solo indicio de tal cosa, pero algo en mí me decía lo que siempre, que me acostase y dejase de pensar para que el sueño y el tiempo me trasladasen unas horas hacia el futuro.

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