17 may 2010

Tenderlies

La lentitud pesaba en los talones, que frenaban el avance del tiempo. Los días volvían llenarse de luz, las dosis de sinrazón escaseaban, o se desvanecían. Su sabor se notaba casi efímero en comparación con otros tiempos, épocas diferentes y no por ello mejores ni peores. Yo me animaba a base de salir a la calle y caminar hacia los siempre espectantes brazos de mi amiga Elena, que se quitaba los auriculares al mismo tiempo que yo mientras terminábamos de una bocanada sendos cigarrillos y nos dirigíamos la más cómplice de las miradas. En aquellos días en mi rostro había un repertorio de unas 30 sonrisas diferentes, algunas de ellas nuevas y totalmente desconocidas para mí. Muchas veces me daba cuenta y me sentía estúpido por sonreír de forma estúpida. Estupideces aparte, sobrellevaba mi existencia con el propósito de superar metas y conseguir nuevos objetivos. Pues como todo mortal, supongo. Todo sabía a rutina en esos días, a monónotonas cenas Atenea y a los ocasionales cigarrillos en horas monótonas como "El de después de comer" y todos sus primos. Y yo me sentía tranquilo porque todavía no había llegado lo peor. 


6 comentarios:

Jon dijo...

Incluso Lo Peor puede tener su parte buena... hazme caso, Guille.

Unknown dijo...

Descubrir nuevas sonrisas es lo mejor que me ha pasado.

Me haría gracia verte sonreír de forma estupida.

Albuu. dijo...

Oye..no te han dicho nunca que con lo bien que escribes deberias ser comunicador? ;)
Muaks grandes señorito!

Javier Sendín dijo...

La rutina mata, está demostrado.

Esmoquin room dijo...

mmm... 30 sonrisas?

un abrazo,
jose

Hugo Coopel dijo...

Buen blog amigo! te sigo!
Saludos!