30 ene 2011

El de mis movimientos hacia la luz.

A las duras, a las maduras, y a las blandas pues también; sobraban los dedos de una mano como si de días se tratasen para alcanzar la tragedia griega más anunciada de la historia, y allí estábamos, sumergidos bajo un edredón de sinrazón, de comprensión y apoyo, y sobre todo de morbo, las cosas más vitales de las que carecíamos en Enero. Las farolas del camino hacia mi casa me apuntaban de una forma despiadada, durante aquella extraña transición el desatino se hizo con el control, como si de un golpe de estado se tratase, y como de costumbre, tuve que adaptarme a las circunstancias. Y entre tanto, me apunté un tanto, acurrucado entre cuentos y canciones que ya no me dormían, comprendí que las corazas nunca son solo defensivas, que el mundo está totalmente demente. Me sobraban comas, me costaba llegar a los puntos. Y a pesar de que no me faltaba fe, andaba escaso en las ganas y los contras en mi contra me amenazaban desde tan arriba que ya ni me acojonaban. Veía el caos venir de lejos por enésima vez desde hacía ya tiempo y mantenía la mirada fija en la oscura nube mientras ojeaba izquierda y derecha con cautela, como para evitar lo inevitable.
Cuando las preguntas saturaron la antesala de mi razón, algo en mi me dijo que la luz parpadeante que me seguía desde hacía tiempo se estaba haciendo cada vez más fuerte. La sentía a mi vera, me proporcionaba calor, cariño y dosis de sinrazón y placer en un vaso medio lleno. Y yo, más bien el sediento de mí, que quiso dejarse dejar, sabiendo que estaría bien en sus manos, que me agarrarían con fuerza si acaso tropezaba, que me arroparía con su torso si el edredón no era suficiente para soportar aquel jodido frío que desgarraba mi subconsciente en las noches menos dulces. Decidí pegar el salto, cruzar la línea, redefinir mi posición; porque si juntaba todo lo mejor de aquellos últimos meses en tres minutos, como un tráiler, me encontraba contigo y conmigo riendo durante horas, saltando, gritando, muriendo a cosquillas, abducidos por la corriente eléctrica entre dos cuerpos que no temían a nada si se sentían paralelos, irradiantes; alumbrándose.
Para que no se duerman nuestros oídos: La lista del buenrolleo radiactivo.

21 ene 2011

El de lo bien que quedan los párrafos del revés.

Encerrado, perdido entre el 39 y el 43 de la calle Valencia, exhalaba los resquicios de cualquier plan mal trazado que había superado la primera delgada línea roja; la solución llamó a mi puerta una gélida mañana, cuando yo estaba al borde de los 21. Supe entonces que debía tomarla porque, de algún modo u otro, era un vestigio de esperanza, algo que no gobierna en mi vida desde épocas inmemorables. Es de romper, sin duda. Alguna vez os hablaré de la marea, os contaré lo que me hundió. Justo después del hundimiento me encontré conmigo mismo caminando por la acera más próxima, y me dio por correr. Es una buena decisión para los tiempos que vivimos. No intentéis frenarme, pero si queréis acompáñame, simplemente voy a seguir caminando a ciegas y a escoger entre derecha, izquierda y de frente según mi instinto me guíe. Si responde a vuestra pregunta, no, no voy a volver atrás. Argumentos no.

Arrasando con un frío invernal a golpe del mediodía de un viernes cualquiera, los días de anestesia de Enero me enseñaron sobre nervios, morbo, desatino y alevosía como quien muestra a un niño cómo decidir con quién juntarse. Como la primera gota de sangre que cae de nuevo en mi chaqueta vaquera, desatando el porvenir de mis decisiones y soltando amarras. Soplaba viento de estribor levantando consigo los bajos de los abrigos, las faldas y la indecisión, yo caminaba ajeno al otro semblante que vigilaba la realidad. Mi realidad; aquel año infinito había partido para no regresar jamás, estaba completo de recuerdos y yo me había quedado desnudo, viéndolo marchar.

18 ene 2011

El de darse cuenta y salir del agujero.

Cuando te levantas el quinto día y miras a tu alrededor, comprendes que este no era el plan. Estas cosas pasan, cuando tramas una estrategia, si algo puede ir mal, irá mal. La historia es otra cuando no hay plan a seguir, y ese es el caso. U otro caso. ¿Qué más da? Te preguntas cuántos tonos ha llegado a alcanzar tu cara en los últimos días, pero ni siquiera te interesa. Amarillo. Lo mejor para estos casos es un poco de updating, que nunca viene mal, sobre todo si se te han acabado las píldoras del sueño. Y voy a dejar unos cuantos temas en su correspondiente apartado; musicoterapia y restos de sinrazón para un martes con más nubes que claros. Que se den por vencidos los acordes con sabor a nostalgia, que me busco unos nuevos y se acabó lo que se daba. Y solo después, salir del agujero. Cuando todo lo que queda detrás parece una especie de circo rococó.

9 ene 2011

El de aquella mañana herida tan lluviosa.

Amanecía, pero no pudimos verlo. En vez de eso torbellinos de lluvia y miradas de complicidad. Siempre has estado un poco chiflado, y los reyes nunca te traen chistes nuevos. Ansiada la espera, Enero siempre llega y de vez en cuando, te trae consigo. Es genial verte feliz, es como contagioso; tanto que hace reír a carcajadas. Las desavenencias nos mantienen sin vernos tan largo que es como no respirar. Pero vernos es como saltar en los charcos, tan fuerte que mis botas no querían secarse. Erre que erre. Ven y salpícame, deja que me empape de tu resbaladiza sonrisa. Acompaña a tu hermano pequeño a la parada de autobús, pero no desaparezcas. Y que no se te vuelva a ocurrir tirarle los trastos a mi hermana. Cada año nuevo, un reto y unas reglas, y siempre respetadas. Que se mejoren tus zapatos, que el cielo en el que vueles sea más azul que nunca. Porque tienes ese don, porque lo sabes y lo explotas. Y que la distancia horaria no nos separe, porque aunque con mundos separados, allí estaremos. Por lo menos en la reminiscencia, en el agridulce escribirse y anhelar. Te esperaré escondido tras una esquina de un Enero cualquiera y saltaré en medio del charco que estés rodeando. El mango de tu paraguas peligrará, y esta vez no habrá coles de bruselas que abrocharte como chaleco antibalas. Advertido quedas, Enero; aquí te espero.